Casualmente, hablando con mi marido, recordé un libro que tuve en mi infancia. Todo vino a raíz de una pequeña anécdota mientras mirábamos juguetes con el pichón en una tienda. Él quiso que le compráramos un coche (de esos pequeñito metálicos). Eligió el que le gustaba y, no sé si porque quiso abrirlo con la emoción del momento, rompió un poco el cartón del envoltorio. Ya le explicamos que había que pagarlo antes y esperó (im)pacientemente.
Esto me hizo retroceder a los años ochenta, cuando estaba en el cole, ya en primaria, cuando existía aún la E.G.B. Vinieron no sé si de una editorial o una librería a promocionar un libro. A quien le interesase, podía llevarse el libro a casa, verlo con sus padres y decidir si lo compraba o lo devolvía. Al día siguiente tenías que volver o con la pasta o con el libro para devolverlo. Ni qué decir tiene que ese libro me pareció la bomba y pedí un ejemplar para llevar a casa y así convencer a mis padres de que valía su precio en pesetas. Si es que molaba lo suyo. Era, ni más ni menos, un “Diccionario mágico infantil y su filtro mágico”.
Bueno, bueno, bueno… Cómo flipaba yo perdiéndome entre sus páginas. Tenía acertijos, tipo adivinanza cortita, que como pista de dejaban ver la primera letra. Las palabras que había que encontrar iban en orden alfabético y venían acompañadas de una pequeña ilustración.
La respuesta estaba oculta bajo un manchurrón rojo. Si querías verla, ¡tenías que pasar el filtro mágico! –es decir, poner encima un cuadrado de celofán rojo-. La caña de la montaña. A mis ojos era realmente mágico –divina inocencia-.
Allá fui yo, feliz con mi libro (porque para mí ya era mío), a presentarle a mis padres la papeleta. Cuando vieron el precio (no lo recuerdo, pero no sería barato, supongo), mis padres me dijeron que lo tenía que devolver. Ay, qué mal rato, qué berrinche, qué congoja, qué desasosiego, qué destino cruel… Ni mis mejores ojos de corderito sirvieron para convencer a mis padres de lo realmente ne-ce-sa-rio que era quedarme con ese libro. Dios! Un libro mágico! Tenía que ser mío!
Lloré, pataleé, grité, berreé, sollocé. Un show.
Cuando me calmé, abrazada al libro como si de un tesoro se tratase -tipo Gollum-, se me ocurrió un plan infalible y maquiavélico. Y sí, lo llevé a cabo. ¿Que qué hice? Ay, que los dioses del olimpo me perdonen, pero le rompí el pico de una hoja. Claro, una vez roto, ¿cómo lo iba a devolver?
¿Me lo pude quedar? Sí. Pero ni os cuento la bronca que me cayó porque eso de “ha sido sin querer” o “no me he dado cuenta” no colaba ni para atrás. Así fue como, con mi maléfico plan, logré quedarme con ese diccionario que me dio la vida. Lo podía leer una y mil veces. Me aprendí hasta las adivinanzas, las repetía, hacía que me las leyeran (salteadas que daba más vidilla a la cosa) para ver si acertaba la respuesta.
Sé (y sabía en su momento) que aquello no estuvo bien (aún me embarga el sentimiento de culpa). Pero mis padres no podrán negarme que fui muy feliz y que le di uso al libro hasta el infinito. Creo que aún debe rodar por casa de mis padres. Tengo que mirar por si lo encuentro y me lo traigo a mi casa.
Otro día os hablaré del mi primer libro preferido, que no es este, que era otro cuentito más infantil.
Y vosotrxs, teníais algún libro preferido? O alguna anécdota con algún libro en la infancia?
Menudo ojo tuviste jajajajaja Eso es ser lista y lo demás cuento!!!. Ahora, tus padres tuvieron que jurar en arameo por la jugarreta. A mi cole también vinieron, pero no con un libro, era UNA COLECCIÓN. Y yo que siempre fui muy ratón de biblioteca los quería todos. Eran de la editorial LEO LEO, también los había en asturiano, se llamaban LLEO LLEO, Y a mí me encantaba uno que se titulaba Calixta la lista. Una niña que con solo leerlas una vez se aprendía las lecciones del cole de cabo a rabo. Impresionante lo de la niña aquella jejejeje. Obviamente los precios eran también desorbitados y me quedé sin el libro. No me dio el coco para hacer lo mismo que tú!!!!.
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Jajaja… menos mal que eso no pasaron por mi cole, que si no, el disgusto económico para mis padres hubiese sido gordo XD
Un abrazo!
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Otro para tí 😉
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Qué malvada!!! Yo tengo tantos libros preferidos para el recuerdo… pero así visuales, el ojo mágico que iba de ver en 3D… y no, nunca se me ocurrió dañar un libro xD. Eso si, cuando era más pequeña y mi madre estudiaba para las opos, yo subrayaba mis cuentos con tiza xDDD
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El fin justifica los medios XD
El ojo mágico! Sé cuál es 😉 Tenía uno de esos, pero era un mareo. No tuvo mucho éxito en mi casa.
Y mira que apañada, subrayando con tiza los cuentos jijiji.
Un abrazo!
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Jajaja muy picara!! Yo estaba obsesionada con los de Manolito Gafotas, jajaja, y cada vez que salía uno pues tenía que tenerlo…
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Qué bueno Manolito Gafotas 😉
A mí me iban más Los Cinco. Cada sábado arrastraba a mi madre a comprarme uno nuevo a unos puestos que había de libros en la plaza del pueblo jjj
Abrazo!
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Jajajajaja xDDD Maquiavelo a tu lado es un angelito inocente! ayyy jajaja
No sé por qué, pero mucho sospecho yo que Don esposín también lo tuvo… 😉
Yo, la verdad, no era mucho de leer libros. Me pasaba todo el día jugando con mis amiguitos. Aunque sí que recuerdo que, cuando hacía buen tiempo, nos reuníamos debajo de un viejo roble que había en el jardín de casa para leer comics (vale también, no?), porque libros ya teníamos que leer por obligación en el cole todas las semanas (literatura bastante densa, como Goethe, Rainer Maria Rilke y otros tantísimos más). Y guardo bonitos recuerdos de esos momentos de lectura ligera 🙂
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Pero Goethe y Rilke en el cole? OMG! Las lecturas obligadas llegaron a mi vida en el instituto (así es como emepecé a odiar a Bécquer XD ) .
Y sí, los cómics también cuentan. Claaaaro que sí!
Besos!
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La verdad es que yo nunca he sido mucho de leer, si leía era por imposición del cole, pero el primer libro que me gustó mucho es ¿quién recoge las cacas del perro? Está muy bien el libro y enseña a que hay que hacerse responsable del perro cuando te lo regalan. Luego me aficioné mucho a los libros de Manolito gafotas, y me los leí todos, cuando me iba en verano al pueblo con mis abuelos me los papaba por las noches antes de irme a dormir, ves!! esos si que me los leía por gusto propio. Luego me aficioné a los comics de Mortadelo y Filemón y me compraba muchos, y eso era lo que leía a parte de los libros que me mandaban en el cole y ya!! jejejejeje Besitos!!
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Veo que Manolito Gafotas también te gustaba (como a Caro).
Lo peor que pueden hacer es obligar a leer. Así es como quitan las ganas y el gusto por la lectura.
Oye, los comics también molan! A mí los de Mortadelo y Filemón no me hacían mucho tilín, pero otros sí.
Un abrazo!
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Pues no sé si sería porque me leí 500 libros impuestos y muchos eran un gran coñazo o porqué, pero a día de hoy no leo nada de nada, lo odio a muerte!!! Se me olvidó ponerlo en mis 20 cosas ejjejejejejeje
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Oooohhh un libro mágico con su filtro para leer palabras escondidas!! Es la releche!! Y para niños como nosotros sin ordenadores ni consolas eso era lo más!! Ays, la faena q les hiciste a tus papis fue un poquito chunguilla pero hija, te entiendo, qué quieres q te diga jajaja A mí me molaban un montón unos q no recuerdo el nombre, no eran muy grandes y trataban temas variados como los colores, la luz, los aviones y tenian páginas transparentes que se superponían con las de papel y cambiaban el dibujo completamente!! Ayssss no recuerdo la editorial pero me flipaban!! Un besote liantaaaa jajaja
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Oooh! ese libro que te molaba tiene una pinta estupenda.
De esos que se superponen láminas de acetato teníamos en casa de anatomía y cómo me flipaba ir pasando las hojas para ir descubriendo lo que había debajo (de la piel, los músculos, venas, los órganos, los huesos y nervios…). Ya me has recordado más jjj
Un abrazo liante XD
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